Las Bienaventuranzas: Tres Observaciones
La introducción al Sermón del Monte que pronunció Jesús es sin duda la sección más familiar de Su mensaje (Mateo 5:1-12). Conocida comúnmente como “las bienaventuranzas,” esta sección es la imagen verbal más descriptiva del siervo jamás anotada. Volvamos a leer lentamente estas palabras inmortales:
“Dios bendice a los que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de él, porque el reino del cielo les pertenece. Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados.Dios bendice a los que son humildes, porque heredarán toda la tierra. Dios bendice a los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.Dios bendice a los compasivos, porque serán tratados con compasión. Dios bendice a los que tienen corazón puro, porque ellos verán a Dios, Dios bendice a los que procuran la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Dios bendice a los que son perseguidos por hacer lo correcto, porque el reino del cielo les pertenece. “Dios los bendice a ustedes cuando la gente les hace burla y los persigue y miente acerca de ustedes y dice toda clase de cosas malas en su contra porque son mis seguidores. ¡Alégrense! ¡Estén contentos, porque les espera una gran recompensa en el cielo! Y recuerden que a los antiguos profetas los persiguieron de la misma manera.” (Mateo 5:3–12)
Permítanme sugerir tres observaciones generales.
Primero, estos son ocho rasgos de carácter que identifican la actitud servidora verdadera. Cuando se combinan todas las ocho en una vida, surge el equilibrio. Es útil darnos cuenta de que no es una lista de “selección múltiple” en donde tenemos libertad para escoger y seleccionar nuestros favoritos. Nuestro Salvador ha dicho muy claramente las cualidades que conducen a un estilo de vida diferente que le agrada a Él. Un examen atento de cada una, por consiguiente, es esencial.
Segundo, estos rasgos de carácter abren la puerta a la felicidad interior. Aquí tenemos las actitudes fundamentales que, cuando se las cultiva y pone en práctica, dan gran satisfacción. Jesús ofrece aquí realización como nada más en la tierra. Estudie como empieza cada una: “Dios bendice a . . .” Esta es la única ocasión en que nuestro Señor repite las mismas palabras ocho veces consecutivamente. Los que entran en estas actitudes hallan felicidad duradera.
Tercero, adjunta a cada rasgo de carácter hay una promesa correspondiente. ¿Lo notó? “Dios bendice a . . . (el rasgo de carácter) porque . . . (la promesa).” Cristo expresa un beneficio particular para cada cualidad en particular. ¡Y qué grandes promesas son! Con razón cuando termina el sermón leemos:
“Cuando Jesús terminó de decir esas cosas, las multitudes quedaron asombradas de su enseñanza, porque lo hacía con verdadera autoridad, algo completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa.” (7:28–29)
Nunca antes Su público había oído verdades tan maravillosas presentadas de una manera tan interesante y significativa. Anhelaban tener esas promesas encarnadas en sus vidas.
También nosotros.
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