He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. Gálatas 2:20
John Wesley describía su reveladora conversión a Cristo de esta manera: «Por la noche fui sin ganas a una sociedad en la calle Aldersgate donde había alguien que leía el prefacio de Lutero a la epístola a los Romanos... Mientras describía el cambio que obra Dios en el corazón a través de la fe en Cristo, sentí un extraño calor en mi corazón. Sentí que sí confiaba en Cristo, solo en Cristo, para mi salvación».
Observe qué fue lo que le llamó la atención a Wesley: el cambio que viene con la conversión sincera. Wesley vio que había sido religioso y devoto pero que jamás había sido cambiado. Después de esa noche, John Wesley fue una persona distinta, que transformó su mundo a través del poder y la persona de Cristo que vivía en su corazón.
Abraham y Sara también tuvieron que aprender esta lección. Querían vivir en el pasado, caminando según lo que vieran, pero Dios quería que caminaran por la fe. ¿Ha experimentado la vida transformada que solo viene cuando conocemos a Cristo? Nadie puede conocer a Jesucristo y seguir siendo la misma persona, porque la vida vieja no se parece en nada a la nueva.
La conversión es una instancia en la que el cambio no solo es bueno, sino necesario.
EL CAMBIO ES BUENO
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