LAS RESPUESTAS DEL CORAZÓN
¿Cómo responderemos?
Si los problemas son
inevitables, y si es, también es inevitable que reaccionemos de alguna manera.
¿Pero cómo? Podemos reaccionar
pasivamente, temerosamente, interiormente, agresivamente, filosóficamente o con
manipulaciones. Cuando las dificultades irrumpen, hay muchas opciones.
De todas las respuestas
posibles, una está en primer lugar. Esa respuesta estratégica es vital si
deseamos salir airosos. En realidad, es una respuesta imprescindible para que
maduren nuestro carácter y capacidades, y para glorificar el nombre de Dios.
La clave reside en
comprometernos a reaccionar ante los problemas considerándonos «muy dichoso»
(Santiago 1:2, NVI). En medios de la desolación y las lágrimas, ¡nuestro
corazón insiste en que es imposible reaccionar así! Pero sentir sumo gozo no
solo es posible, sino que también, al hacerlo, es beneficioso. En realidad,
resistir esta opción detendrá el proceso y profundizara
la desesperación.
Segunda Parte
El
gozo de nuestra respuesta
Entonces, ¿cómo debemos
reaccionar? Aunque existen modelos de respuesta específicos respecto a los
temas del perdón, la compasión, la misericordia, la tolerancia, la justicia y
la paciencia, hay u mandamiento general que se aplica a todas las situaciones.
Es el mandato divino de considerar que cada prueba es un motivo de gozo.
Al principio, parece
irracional, porque los problemas no producen gozo. En realidad, las
dificultades y el gozo son incompatibles.
Para reaccionar de manera constructiva,
debemos comprender que Santiago 1:2 no nos dice que nos regocijemos. Podemos
estar agradecidos por eso, ya que nos resulta imposible manejar nuestras
emociones. Estas son el resultado de las circunstancias, la química corporal,
la forma de dormir, lo que soñamos o, incluso, lo que hayamos comido la noche
anterior. Cuando no estoy bien por algunas cosas, no tengo un botón que pueda
presionar para sentirme instantáneamente de maravilla. Por lo general, las
emociones van y vienen, y suelen ser el resultado de las circunstancias de la
vida. Además, aunque casi siempre podemos mantenerlas controladas, es imposible
cambiarlas abruptamente.
Las emociones son el equipaje
que viene junto con los problemas. No tienen el propósito de dirigir nuestra
respuesta, sino que acompañan el viaje. Son legítimas y normales. No es
necesario, e incluso es un error, sentirse culpable por estar deprimido; aun
Jesús lloró.
Sin embargo, lo que sí está
bien es impedir que nuestros sentimientos dicten la respuesta. Si has viajado por
las montañas, quizá hayas visto rampas para camiones que están fuera de
control. Son para conductores que se quedan sin frenos y que, peligrosamente,
descienden descontrolados por el camino. En esa situación, los caminos se
mueven por el peso de la carga. Es un desastre inevitable. Dejar que nuestras
emociones dirijan nuestras acciones es como dejar que la carga lo conduzca.
Nuestras elecciones permiten
que dirijamos nuestra vida hacia un final beneficioso. Cuando comprendemos lo
que significa considérense, resulta claro que, en ese
texto, Santiago está hablando de una elección que no es emocional. En realidad,
algunas versiones bíblicas usan la frase tener por en lugar de considerar.
De todos modos, es claramente un vocablo que se refiere a una actividad
cognitiva, mental y volitiva en vez de a sentimientos emotivos. El texto me
indica que, cuando el dolor penetre en mi existencia, debo, inmediato y
mentalmente, considerar el sufrimiento o tenerlo por algo que, al final, me
producirá gozo.
Como en el lenguaje original la
palabra considérense se usa en contextos de finanzas, podemos
imaginar que nuestra mente es un libro contable con diferentes columnas que
usamos para registrar nuestra reacción cuando las dificultades se nos cruzan en
el camino. La respuesta a los problemas podría ser tomar el lápiz de nuestro
cuaderno mental y marcar la columna de la autocompasión al preguntarnos por qué
sucede esto nuevamente y por qué siempre tenemos dificultades. Entonces,
podemos sentir lastima de nosotros mismos y sumirnos en la desesperación,
diciendo: «Pobre yo». Este es un tipo de respuesta mental.
Hay otra columna que se marca a
menudo: la de la culpa. Podríamos tratar de descubrir a quien culpar por
nuestro problema (por supuesto que nunca somos nosotros) y marcar la columna
correspondiente, mientras tratamos de descartar nuestros sentimientos de
responsabilidad personal por el lio en que nos hemos metido.
También podríamos marcar la
columna de la revancha. Me sorprende lo creativos que podemos ser cuando se
trata de vengarnos de quienes nos han lastimado. Esta la columna de la retirada
y la de «la vida es injusta». Por otro lado, hay columna para la amargura y el
sentimiento de culpa. Pero también tenemos la columna del gozo. Las Escrituras
nos piden que pasemos todas las páginas del libro hasta que lleguemos a esa
columna y que la marquemos mentalmente indicando que creemos que, en manos de Dios, lo que sucedió será, en
definitiva, causa de gozo.
El
contenido de nuestra respuesta.
Santiago 1:2—5 señala que superar
la prueba no es simplemente una gimnasia mental o el poder del pensamiento
positivo. Esta respuesta de «gozo» tiene un contenido real.
La conclusión de pasaje deja
claro que, si procesamos el dolor correctamente, al final nos llevara a la
madurez de carácter y nos equipara para que abundemos en buenas obras durante
nuestra vida. Dios usara las dificultades para producir en nosotros convicción
y capacidades. En esto consiste el elemento del gozo.
Analicemos lo que dice Hebreos
sobre Jesús y Su sufrimiento: «puestos los ojos en Jesús, […] el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz” (Hebreos 12:2)
Considerar los problemas como
un motivo de gozo no necesariamente implica que nos sintamos felices por
nuestras dificultades, sino que comprendemos que, a final, la buena mano de
Dios hará que la experiencia sea digna de alabanza gozosa y de acción de
gracias. Esta perspectiva mental nos mantiene centrados en la culminación del
proceso y no en el momento del dolor.
¿Qué nos permite responder
positivamente? La respuesta del gozo en medio del problema se consolida con lo
que sabemos que es cierto.
Santiago 1:3 habla del proceso
de la respuesta del gozo diciendo: «sabiendo que». Esto vincula directamente
nuestra capacidad de considerar o de
tener en cuenta nuestra dificultad como un motivo de gozo con el hecho de
conocer verdades que son absolutamente ciertas. Los creyentes tienen una
tremenda ventaja cuando enfrentan los problemas dependiendo de las verdades que
registraron en su mente antes de que estos aparezcan.
En ciertos momentos, los
problemas producen tanta desesperación que nuestra capacidad de aprender de
ellos es casi nula. Registrar los aprendizajes correctos por adelantado es
sumamente beneficioso a la luz de la inevitabilidad de los tiempos difíciles en
nuestra vida.
Podemos saber que
el dolor es un proceso con un propósito.
El éxito en la guerra del Golfo
Pérsico es muy probable que se
haya debido a que los pilotos del país vencedor estaban bien entrenados antes
de enfrentar la batalla.
El
conocimiento, adquirido en medio del problema o registrado por anticipado, es
el elemento básico que permanece inamovible en medio de emociones y
circunstancias cambiantes. Es como un ancla asegurada firmemente en un lecho de
roca, que evita que el barco azotado por la tormenta encalle.
Uno de mis mejores recuerdos
deportivos de toda la vida es el de la final de Hockey de los Juegos Olímpicos
de Invierno de 1980, en EE.UU. Mi equipo jugaba, todos eran veteranos con
experiencia. Sin embargo, el equipo estadounidense persevero y gano todos los
juegos. El día que enfrentaron a un equipo Ruso dominante, sufríamos,
apretábamos los puños y tuviéramos el estómago cerrado.
Luego, en los momentos finales,
era evidente que les ganaríamos. Parecía imposible y, a la vez maravilloso. A
final, teníamos algo para festejar. Lo habíamos logrado.
Unos días después, decidieron
volver a transmitir el juego. Invitamos algunos amigos a casa a disfrutarlo con
nosotros. Me senté en un sillón cómodo, con un vaso de refresco en la mano y un
plato de palomitas de maíz en mi regazo. Estaba relajado, clamo, y disfrute
cada minuto del mismo partido, sin apretar los puños ni tener el estómago
cerrado. ¿Quémarco la diferencia? Lo que ya sabía. ¡Eso que sabía era un hecho!
El resultado era seguro.
Lo que sabemos que es cierto,
más allá del problema específico que estemos atravesando, es el fundamento que
nos permite, a conciencia, razonablemente y con sensatez y seguridad, ir a la
columna del gozo de nuestro libro contable y marcar ese casillero.
¿Qué es lo que sabemos que nos
permite responder positivamente ante las dificultades? En Santiago 1:3-4, se
nos dice que sabemos que «la prueba de [nuestra] fe produce paciencia» y que la
«paciencia [debe tener] su obra completa, para que [seamos] perfectos y
cabales, sin que [nos] falte cosa alguna». En otras palabras, podemos estar
seguros de que el dolor es un proceso con un propósito. Y ese conocimiento específico
nos permitirá responder con gozo en las diversas pruebas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario