Razones para creer en
Cristo y no en la religión.
1. Cristo es una persona a quien conocer y en quien confiar
Cristo es más que un
sistema, una tradición o una creencia. Es una persona que conoce nuestras
necesidades, siente nuestro dolor, y se conduele de nuestra debilidad. A cambio
de nuestra confianza, nos ofrece el perdón de nuestros pecados, intercede por
nosotros y nos lleva a Su Padre. Lloró por nosotros, murió por nosotros, y se
levantó de los muertos para demostrar que era quien decía ser. Al vencer la
muerte, nos mostró que puede salvarnos de nuestros pecados, vivir su vida a
través de nosotros en la tierra, y luego llevarnos al cielo con seguridad. Se
ofrece a Sí mismo como regalo a todo aquel que confíe en Él (Juan
20:24-31).
2. La religión es algo para creer y hacer
La religión es creer en
Dios, ir a cultos religiosos, estudiar el catecismo, bautizarse y recibir la
comunión. La religión es tradición, ritual, ceremonia y aprender la diferencia
entre lo bueno y lo malo. La religión es leer y memorizar la Escritura , orar, dar a
los pobres, y celebrar los días de fiesta religiosos. La religión es cantar en
el coro, ayudar a los pobres, y remediar el mal que hicimos en el pasado. La
religión es algo que los fariseos practicaban, esos líderes espirituales,
conservadores y separatistas que amaban la Escritura , pero que odiaban a Cristo lo
suficiente como para pedir su muerte. Lo odiaban, no sólo porque rompió con las
tradiciones para ayudar a la gente (Mateo
15:1-9), sino también porque podía traspasar la religión de ellos y ver lo
que había en sus corazones.
3. La religión no cambia el corazón
Jesús comparó a los
fariseos religiosos con un grupo de lavadores de platos que limpian la parte de
afuera de la taza y dejan lo de adentro sucio. Dijo: «Ahora bien, vosotros los
fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis
llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo
también lo de adentro?» (Lucas
11:39,40). Jesús sabía que una persona puede cambiar su imagen sin cambiar
su interior (Mateo
23:1-3). Sabía que las credenciales y las ceremonias religiosas no pueden
cambiar el corazón. Dijo a uno de los hombres más religiosos de su época que a
menos que una persona «nazca de nuevo» por el Espíritu, no puede ver el reino
de los cielos (Juan
3:3). Sin embargo, desde ese día hasta hoy, muchas de las personas más
religiosas del mundo siguen olvidando que aunque la religión puede prestar
atención a las apariencias, sólo Cristo puede cambiar el corazón.
4. La religión da mucha importancia a lo trivial
Jesús habló a los
religiosos apasionados por los detalles cuando dijo: «Más ¡ay de vosotros,
fariseos! Que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto
la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello»
(Lucas
11:42). Jesús ve nuestra tendencia a hacer reglas y a concentrarnos en el
comportamiento «moralmente correcto» en vez de mantener nuestros ojos en lo más
importante, que es porqué tratamos de hacer lo bueno. Aunque los fariseos eran
muy celosos de llevar sus conocimientos hasta sus últimas conclusiones lógicas,
olvidaron que a Dios no le importa cuánto sabemos hasta que le demostremos
cuánto lo amamos. Fue pensando en este «porqué» que el apóstol Pablo escribió:
«Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como
metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si repartiese todos mis bienes para
dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no
tengo amor, de nada me sirve» (1
Corintios 13:1,3).
5. La religión no ofrece la aprobación de Dios
Jesús reservó sus mayores
críticas para los religiosos que utilizaban su reputación espiritual para
recibir atención y honores sociales. A ellos fue que Jesús dijo: «¡Ay de
vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las
salutaciones en las plazas» (Lucas
11:43). Luego, hablando con sus discípulos, dijo de los fariseos: «Antes,
hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres» (Mateo
23:5). Jesús se daba perfecta cuenta de que la práctica religiosa considera
más importante y deseable la opinión y la atención de los hombres que la
aprobación de Dios.
6. La religión nos hace hipócritas
Jesús dijo: «¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que sois como sepulcros que no se
ven, y los hombres que andan encima no lo saben» (Lucas
11:44). ¿Qué se ve mejor que vestirse apropiadamente, ir a los cultos
religiosos y hacer cosas que nos identifican como personas decentes que temen a
Dios? Sin embargo, ¿cuántos eruditos, ministros y fieles seguidores religiosos
dejan de honrar y alentar a sus esposas, de prestar atención a sus hijos, y de
amar a sus enemigos doctrinales? Jesús sabía lo que nosotros a menudo
olvidamos: que lo que se ve bien puede tener un corazón de maldad.
7. La religión hace más difícil la vida
Debido a que la religión
no puede cambiar el corazón, trata de controlar a las personas por medio de
leyes y expectativas que no las cumplen ni siquiera los religiosos que las
interpretan y las aplican. Teniendo en cuenta el «factor de la carga» que ello
representa, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque
cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con
un dedo las tocáis» (Lucas
11:46). La religión es buena para definir los altos estándares del buen
comportamiento y las buenas relaciones, pero es mala para dar ayuda real y
misericordiosa a aquellos que se dan cuenta de que no han vivido a la altura de
esas expectativas.
8. La religión facilita el que nos engañemos
Se dice de broma la frase:
«Amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.» Los fariseos ponían en
práctica una idea similar, pero no era gracioso. Según Jesús, los fariseos se
sentían orgullosos de honrar y construir monumentos en memoria de los profetas.
La ironía es que cuando conocieron a un verdadero profeta, quisieron matarlo.
Barclay dijo: «Los únicos profetas que admiraban eran los profetas muertos;
cuando conocieron a uno vivo, trataron de matarlo. Honraban a los profetas
muertos con tumbas y monumentos, pero deshonraban a los vivos con persecución y
muerte.» Esto fue a lo que Jesús se refirió en Lucas
11:47-51 y en el pasaje paralelo de Mateo
23:29-32. Los fariseos se habían engañado a sí mismos. No se veían como asesinos
de profetas. Los religiosos no se ven a sí mismos como lo que son en realidad,
personas que rechazan a Dios.
9. La religión esconde la llave del conocimiento
Uno de los grandes
peligros de la religión es que nos pone en peligro, no sólo a nosotros, sino
también a los demás. A los expertos bíblicos muy religiosos de su época Jesús
dijo: «¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! Porque habéis quitado la llave de
la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo
impedisteis» (Lucas
11:52). Los religiosos quitan «la llave del conocimiento» distrayendo a las
personas de la Palabra
de Dios y de «la verdadera atención al corazón» y añadiendo innecesariamente
tradiciones y expectativas correctas según su denominación. En vez de llevar a
la gente a Dios, los religiosos colocan la atención en sí mismos y en sus reglas.
Los religiosos son aquellos que confían en que las creencias y las acciones de
su religión harán lo que sólo Cristo puede hacer.
10. La religión aleja a sus conversos del verdadero Dios
En Mateo 23:15 Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y
tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo
del infierno que vosotros.» Los conversos religiosos están en doble peligro.
Traen un gran entusiasmo a su nueva vida y con celo defienden ciegamente a sus
maestros ciegos. Colocan sus vidas y su confianza en personas que han cambiado
la vida, el perdón y la relación con un Salvador infinito por reglas y
tradiciones. La religión es importante en su lugar (Santiago
1:26,27), pero sólo cuando nos lleva al Cristo que murió por nuestros
pecados y ofrece vivir Su vida a través de los que ponen su confianza en Él (Gálatas
2:20; Tito
3:5).
No estás solo...
No estás solo si no estás
convencido de que Cristo es todo lo que dijo ser. Pero ten en cuenta que Él
prometió la ayuda de Dios a aquellos que tienen buenas razones para cuestionar.
Él dijo: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es
de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta» (Juan
7:17). En ese texto, Jesús nos recuerda que vemos las cosas, no sólo como
son, sino como somos nosotros.
Si consideras razonable
tener fe en Cristo, ten en cuenta que la Biblia dice a la familia de Dios: «Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios
2:8,9). La salvación que Cristo ofrece no es una recompensa por el esfuerzo
religioso, sino un regalo a todos aquellos que ponen su confianza en Él.
Si podemos ayudar a
responder tus preguntas o enviarte materiales adicionales que demuestran lo
razonable y lo urgente que es tener fe en Cristo y no en la religión, por
favor, escríbenos.
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