Traiga Su Ofrenda


Traiga Una Ofrenda


Tributen al SEÑOR la gloria que merece su nombre; traigan sus ofrendas y entren en sus atrios. Salmo 96:8


Al escribir sobre sus años en China, la misionera Bertha Smith cuenta de una ocasión en que el Dr.Wiley Glass, educador misionero, se arrodilló durante un servicio de oración en una iglesia muy grande. El señor Wang, tesorero de la iglesia, se encontraba arrodillado a su lado. De repente el señor Wang gritó: «¡Señor, ten misericordia de mí! Soy un ladrón. He robado. ¡Le he robado a Dios!» Atónito, el Dr. Glass pensó: ¡No, tú no hermano Wang, claro que no! Todos estos años has sido un diácono fiel y devoto, confiable y guardián del dinero del seminario, un caballero cristiano muy recto. ¡No es posible que hayas tomado dinero del tesoro de la iglesia!

Después de un rato el hermano Wang pudo explicarse: «¡No le he dado mi diezmo al Señor! Y según su Palabra... ¡le he robado!» Los chinos llevan registros muy exactos. El hermano Wang calculó que su diezmo desde el momento de su conversión veinte años atrás, restándole la cantidad total con que había contribuido a la iglesia, equivalía a unas tierras que poseía. Vendió esas tierras y pagó lo que sentía que era su deuda. Desde ese momento, su pasión por Cristo fue como un fuego.

¿Amamos a nuestro Señor? ¿De qué otro modo podemos expresarlo sino dando? Después de todo, Dios amó tanto al mundo que dio...

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