¿Qué hacer cuando uno es rechazado después de hacer los mejores esfuerzos por reconciliar una relación rota?
Si
hemos vivido y amado lo suficiente, todos conocemos el dolor de una
relación rota. También conocemos el gozo de la reconciliación
cuando esa relación se arregla. Desafortunadamente, amar bien a
alguien y tratar de reconciliarse con esa persona no ofrece ninguna
garantía de que la restauración será bienvenida. Cuando alguien se
niega a reconciliar una relación rota pueden aumentar la
frustración, el dolor y las dudas sobre uno mismo. El deseo de
encontrar la manera eficaz de restaurar la relación rota se
intensifica.
Lamentablemente,
no hay ningún procedimiento garantizado que podamos aplicar para
asegurar la restauración de una relación rota. A veces, todo lo que
podemos hacer es afligirnos por la pérdida de esa relación. Y eso
fue lo que Jesús nos enseñó. Él es el ejemplo perfecto de uno que
derramó su amor a sus criaturas abnegadamente y les ofreció la
oportunidad de reconciliarse con su Creador. Sin embargo, esas
criaturas no querían nada con Él.
En
uno de los versículos más tristes de la Biblia, Juan registra en
una sola oración el hecho de que Jesús «a lo suyo vino, y los
suyos no le recibieron» (Juan
1:11).
La
respuesta de Jesús al rechazo de su oferta de reconciliación fue
una profunda aflicción y tristeza que le hicieron llorar y orar por
los suyos. Vemos el corazón destrozado del Hijo de Dios cuando se
sienta fuera de las murallas de Jerusalén y se lamenta diciendo:
«¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a
los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus
hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no
quisiste!» (Mateo
23:37).
Una
de las verdades más aterradoras que todos debemos enfrentar es el
hecho de que no podemos obligar a nadie a que nos ame, hagamos lo que
hagamos. Incluso si aceptamos la responsabilidad apropiada por el
daño que les hemos causado, si confesamos nuestro pecado contra
ellos y pedimos perdón, no hay seguridad alguna de que vayan a
responder de la misma forma. Pueden optar por permanecer distantes.
Aunque tener una relación sin resolver perturba profundamente, una
de las verdades más liberadoras es que nadie tiene el poder de
impedir que los amemos. Y eso es todo lo que Dios nos llama a hacer:
amar a los demás de la manera en que Él nos ha amado (Juan
13:34; 15:12).
Todos
desearíamos que hubiera un «próximo paso» que hiciera la
reconciliación posible cada vez. Lamentablemente, ese paso no
existe. Sin embargo, en esos momentos, cuando nuestros mejores
esfuerzos por amar son rechazados, tenemos la oportunidad de
compartir los sufrimientos de nuestro Señor, experimentar su dolor y
su implacable anhelo de reconciliación (Filipenses
1:29).
Tenemos
que protegernos de una culpa falsa que asume que debemos poder hacer
algo para «arreglar» todas las relaciones, como si todo dependiera
de nosotros solamente. Aunque debemos asumir la responsabilidad que
nos toca en una relación, no debemos asumir que somos los únicos
responsables de la brecha en la relación. En vez de hacer
responsable a la otra persona de sus decisiones, podemos tender a
dejar a la gente libre de responsabilidad y culparnos de «no hacer
lo suficiente» o «de que nos falta algo» que sería la llave para
abrir la puerta a la relación.
Ese
tipo de razonamiento no es sólo desmoralizador, sino controlador y
no bíblico. Dios nunca nos pide que asumamos la responsabilidad de
los demás, sólo la nuestra. Ese tiene que ser nuestro foco de
atención.
Escrito
por: T.J.
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