Vivimos en una época de inmensa injusticia. Tal vez nunca antes en la historia de la humanidad ha habido más personas viviendo y muriendo bajo semejante e impune mal obrar. Los medios no saben cómo decir las horrendas historias de inmensurable maldad. En el escenario internacional hay genocidios, gobiernos opresores, y «limpiezas étnicas.» Más cerca de nosotros tenemos a banqueros que cometen desfalcos, doctores  ue engañan, ministros que cometen abuso sexual, y así sucesivamente.
¿No te molesta?
Nosotros hemos de luchar por la justicia y hablar por aquéllos que no pueden defenderse. Pero también hay algo que tenemos que recordar. La Palabra de Dios dice, «Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: MIA ES LA VENGANZA, YO PAGARE, dice el Señor» (Romanos 12:19).
El mundo dice, «No te enfurezcas, desquítate.» Dios dice, «Déjamelo a mí — yo lo manejaré.» Pero cuando nuestro deseo de venganza se encabrita dentro de nosotros, es difícil no tomar el
asunto en nuestras propias manos.
Dios sabe cuán duro es este asunto de la injusticia para nosotros, así que comienza su plan de acción llamándonos «Beloved,» y haciéndonos saber que nosotros, el pueblo precioso de
Su amor, no debemos vengarnos. En vez de ello, Él dice, «Dad lugar a la ira de Dios» (v.19). La venganza es responsabilidad de Dios.
Cuando tratamos de desquitarnos de las personas que nos han herido o que han herido a otras personas, estamos tomando una responsabilidad que le pertenece a Dios. Él nos recuerda, «Veo lo que han hecho. Puede que deje que las manecillas del reloj den
unas cuantas vueltas más, pero tengo una memoria perfecta.


Confía en mí en todo este asunto.» Él dice, «Yo pagaré.»
Viene un día, marcado en rojo en el calendario del cielo. No 
sé cuántas páginas se voltearán hasta que Dios haga el balance de los libros de justicia, pero viene el día. En la Biblia se llama «el día del Señor,» el gran día,» o «aquel día.» Es cuando Dios arreglará todos los males, igualará el marcador, y traerá un terrible juicio sobre todo aquel que no ha buscado el perdón de Jesús.
Toma las injusticias de la vida que indignan y aplastan tu espíritu, haz lo que puedas, y dáselas a Dios. La venganza es el trabajo de Dios y Él se hará cargo de ella de una manera tal que desafíe toda explicación y deje la menta estupefacta. —JM