¡Nada me hará callar!
Marcos Ceará es un
futbolista brasileño que juega en el Paris Sant Germain. Fue uno de los
laterales más conocidos en Europa. Cuando tenía 19 años y jugaba en el Santos
(en su país natal), le impidieron hablar de Dios a sus compañeros, bajo amenaza
de que lo cederían a otro equipo.
Marcos no dejó de
hablar del Señor, así que tuvo que salir del equipo para ir al Inter de Porto
Alegre, ¡con el que fue campeón del mundo! Para él, no existía la posibilidad
de desobedecer a Dios o dejar de proclamar su mensaje.
Marcos fue el
escritor del segundo Evangelio de nuestras Biblias. Era un seguidor del Señor
Jesús, ahijado de Pedro. Casi puede decirse que el Evangelio fue dictado por
Simón Pedro; inspirado por el Espíritu de Dios, como es obvio.
Originalmente, fue
escrito para todos los que vivían en el imperio romano y no eran judíos, así
que es uno de los mejores libros de la Biblia que alguien que no es creyente
puede comenzar a leer.
Este Evangelio está
lleno de actividad. Los días pasan rápido y los milagros aparecen uno tras
otro. Es el Evangelio de la acción. A veces, da la impresión de que nadie tiene
tiempo para descansar, porque los acontecimientos se suceden uno tras otro, a
pesar de ser el Evangelio más breve.
Marcos pasó por
varios momentos difíciles en su vida: a veces, se ocultó por miedo; en otra
ocasión, renunció a viajar con Pablo por temor a lo que pudiera sucederle. Daba
la impresión de que era un discípulo que siempre tenía temor de lo que pudiera
pasar.
Pero con el paso
del tiempo, Dios transformó su vida y lo hizo un hombre valiente y decidido; un
siervo que no tenía miedo al sufrimiento.
Dios no rechaza a
nadie, pero quiere personas valientes a su lado. Trabaja con mujeres y hombres
de fe, que estén dispuestos a ofrecer y arriesgar todo por Él. Personas sin
miedo a nada, decididas a cumplir la voluntad del Señor.
Dios obra con
personas que creen y las fortalece para que puedan tener más confianza en Él.
Pero no tolera a los que son incrédulos y desconfían de Él.
Nuestro trabajo, en
cierta manera, es el mismo que llevó a cabo Juan el Bautista: «Preparad el
camino del Señor» (Marcos 1:3). Cuando somos valientes y proclamamos lo que
Dios hace por nosotros, preparamos el camino para que otros lo conozcan.
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