Pobres… ¡pero no tanto!

Pobres… ¡pero no tanto!
A veces, Dios tiene que llamarnos la atención. No es lo ideal.

Lee Treviño fue un gran jugador de golf que casi siempre adornaba sus entrevistas con un gran sentido del humor. Un día, hablando de las penurias económicas que sufrieron cuando él era niño, comentó:
«Cuando era pequeño, mi familia era muy pobre. Tan pobre que si mi madre le tiraba un hueso al perro, el perro tenía que atraparlo en el aire; si no, nosotros se lo quitábamos».

Bueno, pobres, pero quizá no tanto. La verdad es que cuando comenzamos a hablar de dinero, casi todos toman dos posiciones que suelen ser extremas. O dicen que son más pobres de lo que son; o alardean de tener más dinero del que tienen. Muy pocos suelen estar contentos.

Dios envió el profeta Hageo para que el pueblo se diera cuenta de lo que estaba haciendo con sus riquezas. A través de Hageo, el Señor les habló a todos los que habían vuelto del cautiverio en Babilonia y se habían podido establecer en la tierra prometida.

La mayoría tenía bastante dinero, porque había conseguido construir casas para habitar, pero el problema era que le prestaban toda su atención a sus negocios, mientras el templo de Dios estaba sin reconstruir.

Si estamos tan ocupados en nuestros negocios que no le hacemos caso a Dios, algo va mal en nuestra vida. Si dedicamos nuestro dinero y nuestro tiempo a lo que nosotros queremos, y olvidamos lo que tenemos que hacer por el Señor, es porque realmente no lo amamos.

Lo que resultó impresionante es que el mensaje de Hageo llegó al corazón del pueblo, y en pocos meses, el templo fue reconstruido. Sería genial que siempre obedeciéramos a Dios de esa manera, cada vez que Él nos pide algo.

A veces, el Señor tiene que llamarnos la atención. No es lo ideal, pero existen momentos en nuestra vida en los que da la impresión de que no somos capaces de reaccionar de otra manera.

Aunque Dios nos hable decenas de veces, reaccionamos como si no quisiéramos escucharlo, así que hablarnos «más alto». Como cualquier padre sabe, la disciplina no es algo agradable, pero a veces no existe otra manera de hacerse escuchar, y el Señor nos trata de esta manera.

De vez en cuando, es bueno considerar nuestros caminos; hacer un alto en todas las cosas y tomar tiempo para pensar, meditar y decidir. Obedecer mucho antes de que Dios tenga que llamarnos la atención.

ORACIÓN
Señor Jesús, necesito estar contigo… Quiero hablarte y escucharte.

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