Viviendo la vida nueva (I parte).

Viviendo la vida nueva (I parte).

LECTURA: Colosenses 3:1-25.
TEXTO: Colosenses 3:1-4.
INTRO: Una bendición gloriosa queda para todos los que han recibido a Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas. Junto con un cambio de disposición y manera de vivir, el creyente recibe una vida nueva de arriba por el nuevo nacimiento y pasa de la muerte a la vida.
Esta vida nueva da mucho poder, pero hay dos cosas que estorban a la vida nueva: (1) ignorancia de su naturaleza caída, y (2) ya que la vida nueva no es visible ni puede palparse, muchos nuevos creyentes están llenos de dudas.
Véase 1 Pedro 2:2. Estudiando las Escrituras podemos encontrar todo lo que se necesita para crecer fuertes en la vida cristiana.

Para crecer hay que conocer al menos cuatro cosas:
(1) Que usted ha nacido de nuevo.
(2) Que usted es débil todavía en la fe.
(3) Que usted no debe continuar siendo débil, sino que tiene que crecer.
(4) Que la única manera de crecer en la fe es a través de un estudio profundo de las Escrituras.

I. Ponga la Palabra de Dios en su corazón.
1. Hay que memorizar no menos de tres textos del AT.: Deutero­nomio 11:18; Ezequiel 3:10; Salmo 119:11.
2. Hay que tomar “la leche espiritual” (1 Pedro 2:2) si va a crecer. Tenemos que recibir las Escrituras y guardarlas en nuestros corazones, Dt. 30:14; Sal. 1:1, 2; Is. 51:7; Jn.8:31, 32.
3. La Palabra de Dios tiene que poseer y llenar su corazón. ¿Qué quiere decir esto? Los judíos tenían un “tabernáculo” que consistía de varias partes. Podemos usar esto para expli­car la vida cristiana:
(1) El corazón es el “templo”, la “morada” de Dios en cada creyente.
(2) La puerta del patio es el entendimiento. Lo que no se entiende, no entra en el corazón.
(3) La Palabra entra al patio (su corazón) por la puerta del entendimiento, Salmo 119:34; Mateo 13:19; Hechos 8:30, 31.
(4) Una vez que la Palabra entra al patio se queda allí para memorizarla y meditar en ella (Sal. 119:15, 16), pero todavía no ha llegado al corazón. Desde el atrio hay una entrada que conduce hacia el interior del santuario (el corazón), y esta entrada se llama FE. Lo que uno cree es recibido en el corazón, Hch. 8:37; Ro. 10:10, 17.
(5) Una vez que la Palabra está en el corazón el creyente está preparado para estar en sumisión a la voluntad de Dios, Sal. 37:31; 40:8; Col. 3:16.
(6) Una vez que la Palabra está en su corazón el Espíritu Santo puede hacer Su obra, Josué 23:14.
(7) Es el plan de Dios que cada creyente reciba y guarde Su Palabra en el corazón, porque esto produce bendiciones, Dt. 11:10-15; 28:1, 2; Salmo 119:14, 45, 98, 165; Juan 17:6-8, 17.

II. El poder de la fe.
1. Hay que estudiar bien estos tres versículos: Lucas 1:45; Hechos 27:25; Romanos 4:20, 21. Estos tres textos nos ayu­dan a ver que la fe siempre está unida a lo que Dios ha dicho o prometido, véase Números 14:17, 18, 20; Josué 21:45; 23:14; 2 Samuel 7:25, 29; Salmo 119:49.
2. Cuando yo tengo la Palabra de Dios en la cual Él me ha prometido algo, estoy seguro que Él lo hará, Lucas 1:38; 45; Juan 3:33; 4:50; 11:40; 20:29.
3. ¿Qué es la fe? La certidumbre de que lo que Dios dice es verdad, Ro. 1:17; 4:5; 5:1; Gá. 3:26; Ef. 3:17.
4. Cuando Dios dice que Él me ha dado algo, yo sé por fe que aquel “algo” es mío, 1 Juan 5:12, 13.
5. Con fe yo puedo creer lo que Dios ha dicho, Ro. 8:38, 39; Fil. 3:21; 1 Ts. 5:24, 1 Pedro 1:3-5.

III. El poder de la Palabra de Dios. Cada día el creyente tiene que confiar en Jesucristo y en la vida nueva ya recibida, pero ¡ten cuidado!, muchos piensan que tal fe tiene que ser muy grande, que uno tiene quesentirse muy fuerte para ejercer la fe (Lucas 17:5, 6). Y como muchos creyentes no sienten tal “potencia”, entonces no creen. ¡Esto es una equivocación!
1. Porque nuestro corazón es un templo (habitación) de Dios y tiene dos divisiones: el atrio, con el entendimiento como puerta; y el santuario, con la fe de corazón como su entrada. Hay una fe “natural”, la cual todo el mundo tiene y con esta fe yo tengo que recibir la Palabra de Dios y decir: “Las Escritu­ras son veraces, y yo puedo depender en ellas ciento por ciento”. De esta forma, usted traerá la Palabra de Dios hasta dentro del atrio, y desde dentro de su corazón el deseo se extiende hacia la Palabra buscando recibirla, 1 Ts. 2:13; Stg. 1:21; 1 P. 1:23.
2. Nunca diga: “No puedo creer” porque en Jesucristo usted puede, Deuteronomio 32:44-47; Josué 1:7-9.
3. La Palabra, como el mandamiento de Dios, es mi fuerza, mi potencia, 1 Tesalonicenses 1:3.

IV. Aquí tratamos con nuestra rendición ante Jesucristo (2 Co. 8:5). Cada día el creyente debe decir: “Yo me he dado a mí mismo a Jesucristo, Le seguiré y Le serviré. Dios me ha tomado a mí como Su hijo y yo soy Suyo enteramente para servirle”, véase Mt. 4:22; 10:37, 38; Lc. 18:22; Jn. 12:25, 26.
1. El rendimiento no nos hace “perfectos” porque todavía podemos pecar. Si usted ha caído en uno o más pecados, después de ser salvo, tiene que confesarlos (1 Jn. 1:9). Véase el deber de la asamblea hacia un hermano que ha caído en pecado, Gálatas 6:1.
2. Entre más tiempo viva la vida cristiana el creyente, más profundo será su interés en las Escrituras y en rendir su vida al Señor. El creyente debe decir como Acab en 1 Reyes 20:4.
3. Pero, recuerde que solamente un nacido de nuevo puede rendir su vida a Dios, Mt. 7:21; Jn. 3:20, 21; 2 Ti. 2:19, 20.
4. El creyente tiene que entregarle al Señor todos sus malos pensamientos, su mala forma de hablar, sus sentimientos feos, su labor, su tiempo, su influencia y sus bienes, Romanos 6:12, 13; 12:1.

V. ¿Qué debe hacer el creyente con los pecados cometidos en su vida? Tome tiempo para estudiar bien Mateo 1:21.
1. El pecado es la causa de la miseria en la raza humana. Dios, el Creador es tres veces Santo y odia cualquier pecado porque, después de todo, todo pecado está contra Él. Véase Dt. 27:26; Is. 59:1, 2; Jr. 44:4; Ro. 1:18.
2. Nuestro pecado causó que Jesucristo, Dios el Hijo, muriera, 1 Pedro 2:24; 1 Juan 3:8.
3. El nuevo creyente tiene que aprender dos cosas:
(1) Inmediatamente, después de pecar, confiese el pecado, Salmos 32:5.
(2) Hay que entender que el Señor puede darnos victoria sobre nuestros pecados, 1 Juan 4:4.
4. Nunca trate de esconder sus pecados, Números 32:23.
(1) Aprenda a confesar sus pecados con precisión, Nm. 21:5-7; 2 Samuel 24:10, 17; Isaías 59:12, 13.
(2) Sea honesto en su confesión, Proverbios 28:13.
(3) Confiese sus pecados con confianza, 2 S. 12:13; Is. 55:7.
5. Entienda que en el momento de la confesión hay perdón (Sal. 103:12; Is. 38:17; Mi. 7:18, 19). Vea la ilustra­ción de Lucas 15:22. (Continuará)

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