Promesa Navideña 17

NI UN HUESO QUEBRADO

PROFECÍA PROCLAMADA: Salmo 34:20

El Señor Jesucristo sobre la cruz derramó su sangre y murió en agonía. Los judíos querían que todos aquellos crucificados murieran antes del sábado, por consiguiente los romanos les quebraban las piernas para aligerar la muerte.

Sin embargo, cuando ellos llegaron a Jesús, observaron que Él ya había muerto. “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salio sangre y agua” (Juan 19:34). Del costado lanceado del Señor Jesús chorreo sangre y agua.

El fluido pericardio que envuelve el corazón es una sustancia aguada, y por supuesto, es el corazón el que bombea la sangre. En ocasiones, en gran tormento, los expertos médicos explican que el plasma se separa y que el fluido pericardio está alrededor del corazón. Esto muestra un poco la agonía que vivió el Señor Jesús.

No existe agonía como la agonía del Señor Jesús. No podemos comprender la presión que yacía sobre el Señor Jesucristo. Observamos su inicio en el huertote Getsemaní cuando su sudor de Jesús se convirtió como grandes gotas de sangre (Lucas 22:44). Jesús murió en agonía. Las eternidades estaban comprimidas sobre Él. Los pecados del mundo fueron destilados sobre el Señor Jesús.

Cuando ese soldado tomó la lanza y la ensarto en el costado de Jesús, vertió agua y sangre. Mientras que los dos ladrones murieron porque sus dos piernas fueron quebradas, Jesús murió por que su corazón fue quebrantado. Jesús literalmente murió de un corazón roto.

PROFECÍA CUMPLIDA: Juan 19:31-37

Al leer el pensamiento de hoy: Alabe a Dios por su gran compasión. Alábale porque su corazón fue quebrantado por usted y por mí.

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