NI UN HUESO QUEBRADO
PROFECÍA PROCLAMADA:
Salmo 34:20
El
Señor Jesucristo sobre la cruz derramó su sangre y murió en agonía. Los judíos
querían que todos aquellos crucificados murieran antes del sábado, por
consiguiente los romanos les quebraban las piernas para aligerar la muerte.
Sin
embargo, cuando ellos llegaron a Jesús, observaron que Él ya había muerto.
“Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante
salio sangre y agua” (Juan 19:34). Del costado lanceado del Señor Jesús chorreo
sangre y agua.
El
fluido pericardio que envuelve el corazón es una sustancia aguada, y por
supuesto, es el corazón el que bombea la sangre. En ocasiones, en gran
tormento, los expertos médicos explican que el plasma se separa y que el fluido
pericardio está alrededor del corazón. Esto muestra un poco la agonía que vivió
el Señor Jesús.
No
existe agonía como la agonía del Señor Jesús. No podemos comprender la presión
que yacía sobre el Señor Jesucristo. Observamos su inicio en el huertote
Getsemaní cuando su sudor de Jesús se convirtió como grandes gotas de sangre
(Lucas 22:44). Jesús murió en agonía. Las eternidades estaban comprimidas sobre
Él. Los pecados del mundo fueron destilados sobre el Señor Jesús.
Cuando
ese soldado tomó la lanza y la ensarto en el costado de Jesús, vertió agua y
sangre. Mientras que los dos ladrones murieron porque sus dos piernas fueron
quebradas, Jesús murió por que su corazón fue quebrantado. Jesús literalmente
murió de un corazón roto.
PROFECÍA CUMPLIDA: Juan
19:31-37
Al
leer el pensamiento de hoy: Alabe a Dios por su gran compasión. Alábale porque
su corazón fue quebrantado por usted y por mí.
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