El «buey tonto»

El «buey tonto»

Cuando Tomás de Aquino comenzó a asistir a clases en la Universidad de Paris en el siglo XIII, sus compañeros de clase pensaron que era un tonto. No era atractivo y parecía ser tan tímido que daba pena. Debido a que rara vez decía lo que pensaba en clase, recibió el apodo de «el buey tonto.»
Sus compañeros debieron haber quedado sorprendidos cuando Tomás sobresalió en sus estudios y prosiguió a escribir grandes obras de teología. De hecho, sus escritos todavía se usan hoy en día. Tomás de Aquino fue un genio incomprendido.
¿Cómo pudieron sus compañeros de clase haber estado tan equivocados? Puede que la impresión que las personas dan y quiénes son en realidad no siempre sean lo mismo. Una buena ilustración bíblica de esto se puede ver en la vida de David.
Dios le había dicho al profeta Samuel que ungiera a un nuevo rey que reemplazara a Saúl como el gobernante de Su pueblo Israel. Samuel pensó que David, un joven pastor, no parecía tener la madera correcta para ser un futuro rey. Su juventud no estaba a la altura de la madurez de su hermano mayor Eliab (1 Samuel 16:6). Sin embargo, el Señor corrigió la percepción original de Samuel (v. 7). David era «un hombre conforme al corazón de Dios» (Hechos 13:22), y continuaría hasta llegar a ser un gran guerrero y rey (1 Samuel 13:14; 18:8; 2 Samuel 7:1-17).
Es tan fácil erigirnos como jueces de personas a las que apenas conocemos. Piensa en la última vez que evaluaste a alguien en base a sus rasgos físicos, su capacidad para conversar, su vestimenta, su educación, o su dinero. Sin decir una palabra, podemos crear categorías en donde clasificamos a las personas como «mi tipo de personas» y «aquéllos a los que hay que evitar.»
Incluso un hombre piadoso como Samuel, con la mejor de las intenciones pudo engañarse con las primeras impresiones. Él favoreció al hermano mayor y más maduro. Pero Dios miró en el corazón y eligió al muchacho David para que fuera Su futuro rey en Israel. Dios vio un corazón que estaba abierto a Él.
Cuando estés tentado a prejuzgar a alguien basándote en la apariencia, recuerda a Tomás de Aquino y al rey David. El corazón de una persona es lo que le importa a Dios. (1 Samuel 16:7). —HDF

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