Lección
sobre la obediencia
Dios se le apareció a Moisés en la zarza ardiente. con la invitación a que
fuera de nuevo un líder, un hombre poderoso en Egipto. Había llegado el momento
de salir del período de disciplina y de volver al campo de juego. Pero Moisés
se negó, diciendo: . ..¿ Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto
a los hijos de Israel? (Ex. 3:11).
Moisés era un hombre diferente. Cuarenta años antes pensaba que podía realizar
exitosamente el éxodo por sus propias fuerzas, pero ahora había aprendido una lección
muy importante. Esperaríamos que le dijera a Dios: "¿Dónde has estado? ¡No
he hecho más que esperar el momento de regresar a Egipto!" Pero hizo la
pregunta que haría cualquiera que ha sido quebrantado por Dios: . . .
¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y saque de Egipto a los hijos de
Israel?
Sin embargo, también aprenderemos en el siguiente capítulo que la pregunta de
Moisés no estaba motivada por la humildad: más bien por una terca negativa a
decir sí al llamado divino. Aún no olvidaba lo sucedido 40 años atrás en
Egipto. Todavía estaba herido y además, ahora tenía esposa y familia. Regresar
a Egipto en esta etapa de su vida no era sencillo.
La experiencia del desierto convenció a Moisés que no podía ser por sí mismo el
líder de su pueblo, pero esto no lo llevó al punto de la completa rendición.
¡Es posible que Moisés hasta prefiriera en ese preciso momento que su pueblo se
pudriera en Egipto! Cuando uno se encuentra en período de disciplina es fácil
resentirse, y determinar nunca volver al campo de juego. Moisés no quería
volver a ser herido, por eso dijo: . .. He aquí que ellos no me creerán, ni
oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová (Ex. 4: 1). ¿Cómo
respondió Dios a esta negativa? Él le preguntó: . . .¿ Qué es eso que tienes en
tu mano? Y Moisés respondió: Una vara (Ex. 4:2). Luego Dios le dio poder para
hacer milagros con ella. Cuando la arrojó a la tierra se convirtió en
serpiente; pero cuando extendió su mano y la tomó por la cola se convirtió otra
vez en vara. Y cuando metió su mano en el pecho y la sacó estaba leprosa,
blanca como la nieve, pero cuando volvió a colocarla en su pecho se sanó.
¿En dónde consiguió Moisés esta vara, esta caña con la cual haría milagros? La
consiguió cuando estaba cumpliendo su condena, estando en período de
disciplina. Después la extendería sobre el mar y las aguas se apartarían. Ese
fuerte pedazo de madera, de metro y medio de largo. Le recordaría
constantemente que Dios estaría con él durante todo el camino. De ahí en
adelante Moisés llevó esa vara consigo, y fue usada por Dios para derrotar a
los egipcios. La vara de Moisés se convirtió en la vara de Dios.
A.W. Tozer dijo que los mejores líderes no son quienes quieren hacer el
trabajo, sino aquellos que son reclutados por Dios para desarrollar el
liderazgo. Si Moisés anhelaba la grandeza, ésta fue enterrada en el desierto.
Estando ya en la presencia del Señor luchaba inseguro de sus propios dones y
habilidades. Sin embargo, a pesar de sus dudas y sus negativas, por fin era
apto para el liderazgo. Para Dios es más fácil usar a un hombre indeciso y
lleno de dudas, que a uno impaciente que rebosa por la independencia, y es
caprichoso.
Moisés aprendió como todos debemos hacerlo, que nos acercamos más a Dios sólo
porque Él toma la iniciativa de acercarse a nosotros. Bienaventurado el que tú
escogieres y atrajeres a ti. para que habite en tus atrios; seremos saciados
del bien de tu casa, de tu santo templo (Sal. 65,4). A medida que el trabajo se
dificultaba, Moisés tendría que acercarse más a Dios, a quien finalmente
conocería como ningún otro hombre.
Usted hoy puede seguir aprendiendo sobre la vida de Moisés, estudiando el Curso
Acercándose más a Dios, lecciones que encuentra en el Ciclo Estudios de
Personajes Bíblicos.
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