La
principal razón para ser puntual es que queremos imitar a nuestro Dios
(Efe. 5:1). Y él es un extraordinario ejemplo, pues nunca actúa tarde.
Siempre respeta estrictamente el horario que ha establecido para cumplir
sus propósitos. Por ejemplo, cuando decidió traer un diluvio para
destruir a los malvados, le ordenó a Noé: “Haz para ti un arca de madera
de árbol resinoso”. Y cuando se cumplió el plazo, le dijo que entrara
en ella y le informó: “Dentro de solo siete días más voy a hacer que
llueva sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y ciertamente
borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he
hecho”. Y así sucedió, justo a tiempo: “A los siete días resultó que las
aguas del diluvio vinieron sobre la tierra” (Gén. 6:14; 7:4, 10).
Imagínese qué hubiera pasado si Noé y su familia no hubieran estado
dentro del arca. Como vemos, tuvieron que ser puntuales, tal como el
Dios al que servían.
Unos cuatrocientos cincuenta años después, Jehová le aseguró al
patriarca Abrahán que tendría un hijo por medio del cual vendría la
Descendencia prometida (Gén. 17:15-17). ¿Cuándo nacería? “A este tiempo
señalado el año próximo”, le dijo. ¿Se cumplieron sus palabras?
La Biblia contesta: “Sara quedó encinta y entonces le dio a luz un hijo
[llamado Isaac] a Abrahán, en la vejez de él, al tiempo señalado del
cual le había hablado Dios” (Gén. 17:21; 21:2).
En la Biblia hay abundantes ejemplos de la puntualidad de Dios (Jer.
25:11-13; Dan. 4:20-25; 9:25). Por eso hacemos bien en mantenernos a la
expectativa del día de juicio de Jehová, tal como nos exhortan las
Escrituras. Aunque desde el punto de vista humano pareciera demorarse,
se nos asegura que “no llegará tarde” (Hab. 2:3).
La puntualidad es esencial para servir a Dios
A fin de celebrar “las fiestas periódicas de Jehová”, los varones
israelitas tenían que estar a tiempo en el lugar designado (Lev.
23:2, 4). Además, Dios estableció las horas a las que debían realizarse
ciertos sacrificios (Éxo. 29:38, 39; Lev. 23:37, 38). ¿No indica esto
que Jehová desea que sus siervos le sirvan con puntualidad?
En el siglo primero, el apóstol Pablo les explicó a los cristianos de
Corinto cómo debían llevar a cabo sus reuniones. Entre otras
instrucciones dio la siguiente: “Que todas las cosas se efectúen
decentemente y por arreglo” (1 Cor. 14:40). En armonía con estas
palabras, las reuniones debían comenzar a una hora fija. Y el punto de
vista de Jehová sobre la puntualidad no ha cambiado (Mal. 3:6). ¿Qué
tenemos que hacer, entonces, para llegar a tiempo al Salón del Reino?
¿Cómo mejorar la puntualidad?
Algo que resulta muy útil es ser previsor (Pro. 21:5). Imagine que tiene
un compromiso en cierto lugar. ¿Sería sabio salir con el tiempo justo?
¿No sería más prudente contar con unos minutos de margen por si surge
algún “suceso imprevisto”? (Ecl. 9:11.) José, un joven cristiano que es
muy puntual, comenta: “Algo que me ayuda mucho es calcular con realismo
cuánto tiempo tomará el trayecto”.
En el caso de algunos, eso quizás signifique hacer planes para salir del
empleo con suficiente antelación y así poder estar a tiempo en el Salón
del Reino. Eso fue precisamente lo que hizo un Testigo de Etiopía
cuando se enteró de que, debido a un cambio de turno, llegaría con
cuarenta y cinco minutos de retraso a las reuniones. Le pidió a uno de
sus compañeros que lo relevara más temprano los días de reunión, y a
cambio se comprometió a trabajar un turno extra de siete horas por él.
Llegar a tiempo a las reuniones es todo un reto para quienes tienen
niños. Por lo general, es la madre quien se encarga de prepararlos, pero
el resto de la familia puede —y debe— cooperar. Esperanza, una
cristiana de México que está criando sola a ocho hijos de entre 5 y 23
años, explica cómo consiguen ser puntuales: “Mis hijas mayores me ayudan
a preparar a los más pequeños. Así me da tiempo de terminar las tareas
del hogar y arreglarme para salir a la hora establecida”. Notemos que
esta familia tiene una hora establecida para salir de casa y que todos
cooperan para lograrlo.
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