Poder De Persuasión
Pues Cristo no me envió a bautizar sino a predicar el evangelio, y eso sin discursos de sabiduría humana, para que la cruz de Cristo no perdiera su eficacia. 1 Corintios 1:17
El ya fallecido Fred Rogers, del programa de televisión Mister Rogers, asistió una vez a la iglesia con sus amigos mientras estaba en el seminario. Durante el sermón, hizo una lista mental de todos los errores que encontraba en el anciano predicador. Cuando terminó el servicio, le impactaron las lágrimas de una amiga suya: «Dijo exactamente lo que yo necesitaba oír», comentó la mujer.
A veces lo que desde la perspectiva humana parece una predicación pobre, puede ser utilizado por Dios para algo grande. ¿Qué hace la diferencia? El Espíritu Santo. Las Escrituras y la tradición nos dan razones para creer que el apóstol Pablo no era, en términos humanos, una persona muy dinámica. Pero, ¿quién puede negar el impacto de sus palabras? Nadie, aparte de Cristo mismo, logró más con lo que pronunció.
Pablo dijo que era bueno que sus palabras no fueran «sabias y elocuentes» (1 Corintios 2:4), para que las personas no le vieran a él en lugar de a Dios como la verdadera fuente de poder. Sería bueno que nos examináramos de la misma manera, para ver quién es nuestra fuente de poder: el Espíritu Santo o nosotros mismos.
Es bueno usar los dones naturales que Dios nos ha dado, siempre y cuando no reemplacen a su don sobrenatural: el Espíritu.
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