Resistir la Tentación


Cómo Resistir la Tentación

Se conocía a Marco Antonio como el orador de pico de oro de Roma. Fue un brillante estadista, estupendo guerrero, dirigente valiente y fuerte. Tenía todas las cualidades necesarias para llegar a ser gobernante del mundo. Sin embargo, también tenía una falta fatal de debilidad moral; tanto que su tutor personal en una ocasión le gritó en la cara: “Oh Marco, oh niño colosal, capaz de conquistar el mundo pero incapaz de resistir la tentación.”
Todos enfrentamos tentaciones, el deseo de desobedecer a Dios para hacer cosas a nuestra manera. La tentación cuelga el tentador fruto del placer, prestigio y poder frente a nuestros ojos y nos susurra al oído que está allí para que lo tomemos. No pensamos en las consecuencias. Nunca pensamos en el alto precio del pecado, y la culpa y el daño que siempre resulta.
¿Cómo puede uno resistir la tentación cuando aparece? ¿Qué nociones nos ofrece la Biblia en cuanto a la tentación para armarnos para la batalla?
La Tentación Es Inevitable
La tentación es más peligrosa cuando nos sorprende con la guardia baja. Así que no permita que lo pesque desprevenido. Recuerde que nadie, ni siquiera el creyente más maduro, está libre de la tentación. El primer principio es este: la tentación es inevitable. Santiago empieza su consejo sobre la tentación con una afirmación de certeza: “Que nadie diga cuando es tentado: . . .” (Santiago 1:13a, énfasis añadido). Nótese que Santiago no dice “si,” sino “cuando.”
La Tentación Nunca Viene de Dios
La segunda noción tiene que ver con la fuente de la tentación. Sigamos con el pensamiento de Santiago en el versículo 13:
               Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque
               Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie.
                                                                                                                        (Santiago 1:13)
Al principio de la Guerra Civil en los Estados Unidos los soldados a menudo estaban confusos como lados opuestos porque ambos ejércitos llevaban uniformes azules. Rápidamente, los Confederados hicieron sus uniformes más distintivos: los hicieron grises para que sus soldados pudiera reconocer a amigo o enemigo.
Saber contra quien se pelea es un requisito previo para cualquier batalla; de otra manera uno puede accidentalmente disparar contra sus amigos. Su Padre celestial nunca lo tienta. Puede permitir las pruebas, pero nunca le pide que haga el mal. Recuerde cuando es tentado que el Señor no es el enemigo.
La Tentación Sigue un Patrón Consistente
Si el Señor no es el autor de la tentación, entonces ¿quién es? Para hallar la respuesta, según Santiago, no hay que mirar más allá de su propio corazón:
               Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su
               propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el
               pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.
                                                                                                                        (Santiago 1:1415)
Dentro de su corazón residen deseos degenerados que, una vez estimulados, sigue un patrón consistente. Darse cuenta del ciclo de tentación, deseo, pecado y muerte puede ayudarle a detenerse antes de que sea demasiado tarde.
Le ponen la carnada enfrente de usted. Satanás es un enemigo astuto. Lo conoce demasiado bien como para que usted baje la guardia. Sabe sus debilidades y secretos, y sus deseos (de pecado). Aunque Satanás no puede leer el pensamiento, sí conoce a las personas. Ha tenido mucha práctica. Cuando usted es tentado, puede dar por sentado que Satanás está aprovechando la mejor oportunidad para descarriarlo, ofreciéndole algo que usted anhela intensamente.
El deseo de pecado entra en acción. Tristemente Satanás no es su único enemigo. Desde la caída toda persona tiene una naturaleza caída, que se inclina al mal. Una parte de su corazón desea pecar. Usted entra en la zona de peligro cuando se queda en el pensamiento del pecado, saboreando el placer que podría recibir.
Usted cede al pecado. En una batalla el enemigo intentará engañar al ejército oponente. Si lo logra, el comandante enemigo llevará sus tropas a una trampa. Usted caerá en una trampa si escoge seguir lo que sabe que está mal.
La destrucción sigue. Así como el ejército que cae en la trampa del enemigo es diezmado, así también el pecado acarrea terribles consecuencias. Como la ley física de la gravedad, la ley espiritual del pecado y muerte siempre está en operación. El pecado produce destrucción en su vida y en la vida de otros. Las consecuencias pueden ser inmediatas, tal como el impacto en su matrimonio de un enredo amoroso; o pueden ser menos inmediatas, tal como perder su trabajo debido a la falta de honradez. Culpa, ansiedad, distancia en su relación con Dios, e incluso enfermedad a veces pueden ser resultados de su pecado (véase 1 Corintios 11:2330).
La Tentación Huye Frente a la Verdad
En la médula de toda tentación está una mentira. Usted tal vez recuerde la mentira insidiosa de Satanás a Eva cuando la tentó a desobedecer a Dios comiendo el fruto prohibido. Le dijo: “Ciertamente no moriréis” (Génesis 3:4). Trágicamente, ella le creyó y comió del fruto.
Jesús, en contraste, usó la verdad para luchar contra tentaciones del diablo. Cuando Satanás le ofreció el mundo si simplemente se postraba, Jesús replicó con la verdad: “AL SEÑOR TU DIOS ADORARÁS, Y SOLO A ÉL SERVIRÁS” (Mateo 4:10). El arma más efectiva que tenemos en nuestro arsenal contra tentación es la Palabra de Dios. Cuando usted oiga a la tentación susurrándole mentiras al oído, esgrima la espada de la verdad, ¡y vea cómo la tentación retrocede!
Consejo para Soldados
Los soldados efectivos están bien preparados para la batalla. Emplee estos recordatorios para ayudarle a preparar una buena defensa contra tentación.
Conozca a su líder. Sin una relación personal con Cristo usted tiene escasa posibilidad de resistir la tentación. Su Espíritu Santo le advierte del pecado y le da fuerza para resistir. Sin Cristo, usted es un soldado solitario, luchando sin ningún arma.
Siga a su líder. Las disciplinas necesarias del tiempo devocional, oración, estudio bíblico y meditación lo fortalecen y lo establecen en la fe. Los que son débiles en la fe caen fácilmente en la trampa de la seducción del pecado. Los soldados no marchan de la poltrona a la batalla; primero deben entrenarse. Sus músculos espirituales deben estar en forma para resistir los ataques del enemigo. Usted debe andar con el Señor íntimamente todos los días, y esto le armará para la batalla.
Confíe en sus compañeros soldados. Rendirle cuentas a otra persona es una táctica maravillosa para capacitarle para resistir la tentación. Para muchos, esa persona es su cónyuge. ¿Tiene usted una persona a quien le rinde cuentas: un hombre o mujer maduros que le ayudan a mantenerse enfocado en la batalla y que le hace preguntas serias en cuanto a su vida, pensamientos, hábitos y prácticas? Si usted sabe que alguien le va a hacer preguntas serias, eso puede disuadirle de que participe en alguna práctica de pecado. Con otros soldados firmes a su lado en la batalla, usted verá que el poder de la tentación se desvanece.
Niéguese a caer en los trucos del enemigo. Cuando sea tentado, sea sabio.
  • No se deje engañar por lo que parece ser un pecado “seguro.” Es verdad, a lo mejor nadie lo pesca. Sin embargo, nadie puede esconderlo de los ojos del Señor.
  • No se engañe por la persuasión de la carne. Su enemigo y sus propios deseos le restarán importancia al pecado diciendo que no hace daño. La verdad es que el pecado siempre está lleno de destrucción.
  • No trate con mano de seda a sus emociones. Niéguese a procurar satisfacerse pensando que usted “necesita” eso, o que no tiene nada de malo considerarlo. Rechace esas nociones acudiendo a la verdad de Dios. .
  • No se deje confundir por los resultados inmediatos. El pecado puede ser dulce a los labios, pero a la larga pudre los huesos. Inversamente, hacer lo correcto puede no ser agradable al principio. Puede exigir que usted rechace a un amante, que diga que no a una oportunidad, o que deje pasar un placer. Sin embargo, a la larga, el Señor siempre recompensa la obediencia. No deje que los resultados inmediatos le desvíen de su meta última de agradar a su Padre celestial.
  • Finalmente, no se quiere merodeando las situaciones de tentación. “Huye, pues, de las pasiones juveniles,” le aconseja Pablo al joven Timoteo (2 Timoteo 2:22a). El otro lado de la moneda de “huir” es seguir: “sigue la justicia, la fe, el amor y la paz” (v. 22b).
Mediante un andar cerca a su Padre celestial, un darse cuenta de las tácticas del enemigo, responsabilidad en su vida, y dedicación a la verdad de Dios, usted puede vencer la tentación.

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