CAPÍTULO II
"Conmigo en el Paraíso"
Cuando quiera que una
persona se convierta y se entrega .a Cristo, tiene lugar una experiencia
admirable. Es admirable porque acontece un milagro. El pecador muerto
espiritualmente es resucitado a vida eterna, es traído de las tinieblas a la
luz, experimenta un nuevo nacimiento, y recibe una nueva naturaleza interna.
Tal es la experiencia de cada pecador convertido que se torna a Jesucristo y
confía en El como Salvador.
Pero las circunstancias que rodean algunas conversiones son
mucho más maravillosas que otras. Cuando yo confié en Cristo como mi Salvador
me hallaba en la parte de atrás del auditorio de la escuela secundaria,
escuchando a un evangelista que predicaba el evangelio. No levanté mi mano, ni
pasé al frente por el pasillo; simplemente abrí mi corazón a Cristo y fui
salvado. Esas circunstancias fueron apreciablemente distintas a las de la
conversión del apóstol Pablo (véase Hch. 9:1-8). ¡El vio una luz! ¡Oyó una voz!
¡Vio al Señor Jesús! Cada conversión
es admirable, aunque las
circunstancias de algunas conversiones sean más sorprendentes que las de otras.
Cuando usted considera la conversión del ladrón en la cruz, tiene que admitir que fue realmente
asombrosa.
"Y el pueblo estaba
mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó;
sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados
también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú
eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había también sobre él
un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los
malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo,
sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo:
¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la
verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas
en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás
conmigo en el paraíso" (Lc. 23:35-43).
Esta fue la segunda expresión que nuestro Señor pronunció
desde la cruz. La primera fue: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen" (v. 34).
Nuestro Señor primero oró por Sus enemigos. En Su segunda declaración se volvió a un pecador arrepentido, y le dio
la seguridad de que iba a ir al cielo.
Considérense los aspectos admirables de la conversión de
este hombre.
1.
Situación Admirable
Primero que nada, no puede dejar de
notarse la admirable situación en el
Calvario. Cuando crucificaron a nuestro Señor Jesús le pusieron entre dos
ladrones. Pudieran haber puesto a los dos ladrones juntos. De hecho, eso
hubiera sido la cosa más natural. Tenemos la impresión de que estos dos
ladrones eran compañeros en el crimen, y ciertamente hubiera sido una buena
cosa que los soldados pusieran juntos a los dos amigos. Pero, en lugar de eso,
pusieron al Señor Jesús entre los dos delincuentes. Esto fue una situación admirable.
A.
El Cumplimiento de la Profecía
Para empezar, eso fue el
cumplimiento de una profecía. Ya hemos notado que en Isaías 53:12 dice que
"fue contado con los pecadores." Marcos 15:27,28 dice:
"Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a
su izquierda. Y se cumplió la
Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos."
Recuérdese que en el Calvario no era sólo la mano del
hombre la que estaba obrando, sino también la mano de Dios. El hombre estaba
dando cumplimiento al plan de Dios. Lo hacía libre y responsablemente, pero
dando cumplimiento a la profecía del Antiguo Testamento. El Señor Jesús fue
contado con los transgresores. Nació por
los pecadores: "Llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados" (Mt. 1:21).
Vivió por los
transgresores: "Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (20:28).
Murió con ellos, y murió por ellos. Así, esa admirable
situación empezó como el cumplimiento de la profecía.
B.
La Providencia de la Gracia de Dios
Pero hay algo más acerca
de esa situación asombrosa. Nuestro
Señor estaba entre dos ladrones por cuanto estaba actuando la providencia de la
gracia de Dios. La palabra "providencia" significa "conocimiento
anticipado" o "ver algo de antemano." Dios ve las cosas de
antemano. No hubo accidentes en la vida del Señor Jesús-sólo eventos planeados.
No fue accidental que el Señor
Jesús estuviera entre estos dos ladrones. Esto era la obra de la providencia de la gracia de Dios.
Jesús estuviera entre estos dos ladrones. Esto era la obra de la providencia de la gracia de Dios.
Ambos ladrones pudieron oírle orar: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"
(Lc. 23:34).
El Espíritu Santo de Dios podía tomar esa oración y hablar
a sus corazones: "Aquí está Uno que perdona y que ora que otros puedan ser
perdonados." Debido a que aquellos ladrones estaban uno a cada lado del
Señor Jesús, podían ver el título que estaba sobre la cruz. Al armonizar los
versículos paralelos, en los cuatro Evangelios, se nota que el título decía:
"Este es Jesús Nazareno, el Rey de los Judíos." Fue escrito en tres idiomas, y los ladrones sabían probablemente
por lo menos dos de esos lenguajes. El título fue escrito por Pílalo. Tal vez
fue el primer tratado evangélico que jamás se escribió, y estaba colgado sobre
la cabeza del Señor Jesús. Aquellos dos ladrones, al mirarse el uno al otro,
¡tenían que mirar al Señor Jesús! Al mirar al Señor Jesús, tenían que ver el
título-y el título les decía quién era Él. Él es Jesús, que significa
"Salvador." Él es Jesús de Nazaret. Vino de un lugar menospreciado y
rechazado, identificado con los despreciados. ¡Es el Rey de los judíos-es un
Salvador que tiene un reino! Y así, al leer este título, ellos podían recibir
el mensaje del evangelio.
Él es el Salvador-es Él Salvador de los pecadores perdidos. Tiene un reino, y es Rey de los judíos.
Los ladrones también podían oír a la muchedumbre que se mofaba
del Señor. Los soldados hacían escarnio de El: "Si tú eres el Rey de los
judíos, sálvate a ti mismo" (Lc. 23:37). Asimismo la gente y los
gobernantes (esto es, los líderes religiosos), se burlaban de él ¡Escuche lo
que decían! "A otros salvó" (v. 35). ¡Eso debe haber sido una buena
noticia! Puedo imaginarme, por lo menos, a uno de los ladrones diciéndose a si
mismo: "Si salvó a otros, entonces me puede salvar a mí."
Pilato puso esa inscripción sobre la cruz para acallar su
propia conciencia, pero aquella inscripción fue usada por Dios para ganar a un
alma perdida.
Los soldados y los líderes religiosos se burlaban del Señor
Jesús, pero Dios usó sus mofas para
ganar a un alma perdida. ¡Cuan admirable
es la obra de la providencia de la gracia de Dios!
Cada uno de los ladrones tenía acceso al Señor Jesús. No
tenían necesidad de ir muy lejos-Él estaba en medio de ellos. Debido a que
fueron crucificados cerca el uno del otro, los ladrones se hablaban entre sí; y
al hacerlo, tenían que mirar a Jesús. Al
mirarle, vieron algo diferente en El, y tuvieron acceso a El.
Dios todavía obra en Su providencia, arreglando las
situaciones en las cuales la gente puede ser salvada. Nadie es salvado por
accidente. Esta es la manera en que Dios obra. Dios prepara la situación para
darle a usted una oportunidad de confiar en Jesucristo, creer en El y ser
salvado. "El Señor... es paciente para con nosotros, no queriendo que
ninguno perezca" (2 P. 3:9). "Dios. . . quiere que todos los hombres
sean salvos" (1 Tim. 2:3,4). Una de las más grandes tragedias de hoy es la
tragedia de la gente que yerra sus oportunidades de confiar en el Salvador. La situación admirable-Jesús en el
medio.
2.
Súplica Admirable
Nótese la súplica admirable. La oración que elevó
aquel ladrón es verdaderamente una de las oraciones asombrosas de la Biblia. Obsérvese
lo que tuvo que confesar cuando elevó esa oración.
Admitió que temía a Dios-no era un agnóstico, no era un
ateo, no era irreligioso. Admitió su culpa: "Estamos aquí justamente"
(véase Le. 23:41).
Admitió que merecía ese castigo. Admitió que Jesús era
inocente, y admitió que había vida después de la muerte. Esa es una confesión admirable, hecha por el ladrón desde la cruz.
¿Cree usted que hay vida
después de la muerte? Si usted muriera hoy mismo, ¿a dónde iría? ¿Cree usted
que Jesucristo es el Señor del paraíso? ¿Cree usted que lo que en realidad se
merece es el juicio, y que es un pecador culpable? ¿Cree usted que hay un Dios
y a quien tiene que rendirle cuentas? También me asombro ante el valor que este
hombre mostró cuando le habló al Señor Jesús.
¡Nadie más estaba pidiendo a Jesús salvación! Los sacerdotes y los gobernantes estaban mofándose de Cristo, y sin embargo este ladrón se atrevió a creer en Jesús. La multitud estaba opuesta a El, los soldados se burlaban de El, el propio amigo de este mismo ladrón (asumiendo que los dos eran compañeros de fechorías) estaba burlándose del Señor Jesús. Algunas personas no quieren confiar en el Señor Jesús porque le temen a la gente. Aquí tenemos a un hombre que tuvo coraje. Se atrevió a desafiar a los gobernantes, a los sacerdotes, a los soldados, e incluso a su mismo amigo, cuando confió en el Señor Jesús.
Deténgase un momento a pensar cuan poco entendía realmente
este hombre acerca de Jesús.
Permítame señalar los hechos. "Jesús" significa
"Salvador." Jesús tenía un reino. Jesús era inocente. Jesús procedía
de Nazaret, y había salvado a otros. Oigo a la gente que dice: "Bueno, me
gustaría ser salvo, pero quiero comprender un poco más el asunto antes de
hacerlo." Amigo mío, aquel ladrón no comprendía gran cosa; pero lo poco
que comprendió lo condujo al Salvador. Vio al Señor Jesús despreciado,
rechazado, insultado, muriendo, débil. ¿Confiaría usted en alguien en semejante
condición? Puedo ver al malhechor confiando en el Señor Jesús si Cristo hubiera
hecho un milagro.
Pero Jesús no hizo ningún milagro. Jesús estaba siendo
escarnecido, se reían de él, estaba siendo menospreciado, y sin embargo, este ladrón se atrevió a confiar en El.
Le invitamos a confiar en un Salvador que ha resucitado y
ha sido glorificado, que está sentado en el trono del universo. No hay problema
en confiar en tal clase de Salvador. El ladrón no tuvo mucho conocimiento,
¿verdad? No contempló un espectáculo hermoso al mirar hacia Jesús; y sin embargo,
creyó y fue salvo. Creo realmente que la fe de este hombre se valora altamente
en la Palabra de Dios. Nosotros tenemos la Biblia completa.
Tenemos el Espíritu de Dios dando testimonio a las
personas. Tenemos a la Iglesia
llevando el testimonio al mundo en tinieblas. Y sin embargo, mucha gente
todavía no confía en el Salvador.
Digo que la salvación de este hombre ciertamente habla a
nuestros corazones hoy en día: la
situación admirable, la súplica admirable.
3.
Salvación Admirable
Hay un tercer aspecto de
su conversión que es admirable-no solamente la situación admirable y la súplica admirable, sino también la salvación admirable.
El Señor Jesús "vino a buscar y a salvar lo que se
había perdido" (Lc. 19:10). Usted no puede salvar a la gente que no sabe
que está perdida. Uno de los problemas de hoy en día es que las personas no
quieren admitir que están perdidas. Son ovejas perdidas, y no se dan cuenta de
ello. Caminan con el rebaño, y el rebaño anda en la dirección equivocada. Está
en el camino ancho que lleva a la destrucción. Son monedas perdidas; son de
valor, pero ¿de qué sirve ese valor si está extraviado? Son hijos perdidos,
hijas perdidas, que dan las espaldas a sus padres, y que se han ido a un país
lejano (véase Lucas 15).
Este ladrón era un hombre perdido que sabía que estaba
perdido. Era un condenado que sabía que estaba condenado. Debido a esto, Se
volvió al Señor Jesús y le dijo: "Acuérdate de mí cuando vengas en tu
reino" (23:42). Jesús le dio una salvación
admirable, diciéndole: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en
el paraíso" (v. 43).
a.
Totalmente por Gracia
¿Cuáles son las
características de esta salvación que la hacen tan admirable? Para empezar, esta salvación fue totalmente por gracia.
Este hombre no merecía ser salvado, y así lo admitió; pues dijo:
"[Estamos]
en la misma condenación. Nosotros, a
la verdad, justamente...porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos" (vs. 40,41). Admitió que no
merecía ser salvado.
El primer hombre que
Dios hizo se convirtió en ladrón;
Adán y Eva tomaron del fruto del árbol, y desobedecieron a Dios. El primer Adán
se convirtió en ladrón y fue arrojado del paraíso. El postrer Adán, Jesucristo,
se dirigió a un ladrón y le dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso"
(v. 43). Eso, amigo mío, es gracia. Dios, en Su misericordia, no nos da lo que merecemos-el infierno; y
Dios, en Su gracia, nos da lo que no
merecemos-el cielo.
Este ladrón no podía
ganarse su salvación. Me he encontrado con personas que me dicen que para ir al
cielo hay que guardar los diez mandamientos.
Alguien más dice: "Para ir al cielo hay que observar
ciertos ritos religiosos." Este hombre no tuvo oportunidad para hacer
ningún ritual religioso.
No compliquemos la salvación. La conversión de este hombre
fue totalmente por la gracia de Dios.
El hombre no la merecía, el hombre no se la ganó;
simplemente la recibió por fe.
Dondequiera que haya fe, tiene que haber gracia;
dondequiera que hay ley, tiene que haber obras. Este hombre no pudo hacer obras
para su salvación; todo lo que pudo hacer es recibirla como un regalo de la
gracia de Dios.
¿Ha recibido usted la salvación como un regalo de la gracia
de Dios? ¿Se jacta usted de su religión? ¿Acaso está usted diciendo: "Hago
tantas oraciones, asisto a tantos servicios religiosos, y hago tantas buenas
obras?" Si esa es su situación, usted no puede ser salvado; porque cuando
somos salvados por gracia, no nos jactamos de ello. "Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe" (Ef. 2:8,9).
b.
Cierta y Segura
Hay algo más acerca de
esta salvación admirable: era segura. No era una salvación "eso espero," ni tampoco una
salvación "eso pienso."
"Amén, te digo"; eso fue lo que Jesús le dijo al hombre: "De
cierto [gr. amén] te digo" (Lc. 23:43). ¿Cómo pudo este hombre saber que
su salvación era segura? Debido a que Cristo se lo dijo. Tal vez usted diga:
"Pero Jesús no está aquí hoy para decírmelo a mí; no puedo escuchar
audiblemente Su voz." ¡Pero en cambio usted tiene Su Palabra! La misma
palabra que tenemos en las Escrituras es cierta y segura.
"Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los
cielos" (Sal. 119:89). Jesús mismo le dijo a este hombre: "Hoy
estarás conmigo en el paraíso" (Lc. 23:43). Su salvación era cierta y era
segura.
Algunas personas me han dicho: "Bueno, uno no puede
saber si está salvo sino sólo después de muerto." Eso me suena demasiado
arriesgado. Es jugarse a la suerte. Yo quiero saber antes de morir si voy a ir
al cielo. Este hombre lo supo. Este pecador indigno, este ladrón, supo que iba
a ir al cielo.
¿Cómo lo supo? Jesús se lo dijo. Cantamos un canto:
"Cristo me ama, bien lo sé; la
Biblia dice así." A mí me gusta cantar: "Cristo me
salva, bien lo sé; la Biblia
dice así."
c.
Personal
Hay una tercera
característica de esta salvación. Fue totalmente por gracia, fue cierta y
segura, y fue personal. Jesús habló con el hombre personalmente: "De
cierto te digo" (v. 43).
Dios nos ama personalmente. Sé que Juan 3:16 dice: "De
tal manera amó Dios al mundo." Pablo escribió: "[El] Hijo de Dios, el
cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gá. 2:20). El Señor
Jesucristo murió por nosotros personalmente. El amor de Dios se muestra en
nosotros personalmente, y Dios nos salva también personalmente.
Dios no trata a cada uno de nosotros como parte de la
multitud. Dios no salva a la gente en masa. Dios salva a cada uno
individualmente, uno por uno.
Esta fue la salvación personal que fue dada a este ladrón.
d.
Presente
Fue una salvación
personal, y fue una salvación presente. "Hoy estarás conmigo en el
paraíso" (Lc. 23:43). Nótese la palabra "hoy." El hombre había
dicho: "Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino"(v. 42). Era como
si hubiera dicho: "Algún día, en el futuro, tú vas a tener un reino. Por
favor, acuérdate de mí cuando eso ocurra." Pero Jesús dijo: "¿Por qué
esperar hasta el futuro? Te doy la salvación hoy mismo."
La salvación, en este sentido, no es un proceso. No es que
usted es un poquito salvo hoy día, un poquito más salvo la próxima semana, y un
poco más el año entrante. La salvación es una experiencia espiritual
instantánea, efectuada por el poder de Dios cuando se deposita la fe en Cristo
Jesús. "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (v. 43).
e.
Una salvación personal y
presente.
Centrada en Cristo
También se nota que esta
salvación estaba centrada en el Señor Jesucristo. "Hoy estarás conmigo en
el paraíso." La salvación significa estar relacionado con Cristo Jesús.
Jesucristo estuvo identificado con este hombre en la condenación, y este hombre
estuvo identificado con Cristo en la salvación.
Eso es el todo de la
cruz. La salvación no está centrada en Moisés, o en guardar la Ley. No está centrado en
Juan el Bautista. No está centrada en algún predicador, alguna iglesia o alguna
persona reverenciada en el pasado. La salvación está centrada en Jesucristo.
Este ladrón no podía acudir al otro ladrón y decirle:
"Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino," por cuanto su compinche
no tenía ningún reino. Este ladrón no podía acudir a uno de los soldados y
decirle: "Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino." Tampoco podía
acudir a uno de los líderes religiosos o a uno de los sacerdotes. Ninguno de
ellos podía hacer nada por él. Tenía que acudir a Cristo.
¿Ha acudido usted a Jesucristo y le ha pedido que le salve?
Esa fue una salvación totalmente por gracia, cierta y segura, personal,
presente y centrada en Jesucristo.
4.
Gloriosa
Nótese también que fue
una salvación gloriosa. "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc.
23:43). Todo lo que el hombre esperaba era participar en una especie de reino
futuro, acerca del cual sabía muy poco. Jesús dijo: "Te voy a dar mucho
más de lo que has pedido o han pensado siquiera. Vas a estar conmigo en el
paraíso." El apóstol Pablo, en 2 Corintios 12, nos dice que ese paraíso es
el tercer cielo, donde mora Dios. Jesús le dijo al ladrón: "Vas a estar
conmigo es un lugar de gloria y alabanza, en donde no hay dolor, ni tristeza,
ni lágrimas, ni muerte."
Usted tal vez diga: "Bueno, pues; voy a ser como aquel
ladrón. Voy a esperar hasta el último minuto de mi vida, y entonces confiaré en
Jesús como mi Salvador." Si usted dice tal cosa, tiene dos enormes
problemas por resolver.
Número uno: Usted no sabe cuando
llegará el "último minuto." ¿Firmaría usted un documento, diciendo:
"Voy a posponer la salvación de mi alma hasta pocos minutos antes de mi
muerte"? Por supuesto que no, porque usted no sabe cuándo llegará su
último minuto. El otro gran problema es
este: El ladrón moribundo no fue salvo en la última oportunidad que tuvo. ¡Fue salvo en la primera oportunidad que
tuvo! No hay razón para creer que este hombre había escuchado a Jesús
predicar antes de encontrarse con El en el Calvario. Cuando tuvo su primera oportunidad, este ladrón confió en
Jesucristo.
La única diferencia entre usted y ese ladrón es esta: a él
lo pescaron. A usted todavía no lo han
agarrado; pero un día lo será. Por
tanto, confíe en el Salvador hoy mismo.
El malhechor moribundo
se gozó
al ver esa fuente en aquel día;
Y allí puedo yo, tan vil como él,
lavar mis pecados este día.
"Hoy estarás conmigo en el paraíso."
al ver esa fuente en aquel día;
Y allí puedo yo, tan vil como él,
lavar mis pecados este día.
"Hoy estarás conmigo en el paraíso."
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