Un Dios Inmutable En Un Mundo Sin Sentido
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Santiago 1:17
No importa cuánto lo quieran sus amigos, pueden fallarle. No importa cuánto dinero tenga, puede quedar en bancarrota. No importa con cuánta diligencia haga ejercicio, puede enfermarse. Su más confiable bastón puede romperse. Su sueño más preciado puede morir. La vida es tan incierta como las nubes que se acumulan y se desvanecen. Tan voluble como las olas del océano.
Qué triste puede ser el estar en un mundo sin sentido sin un Dios inmutable. Tenemos un Dios “en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Él no cambia de talante, ni tiene malos días, ni momentos “¡Ay!,” ni quebrantamientos momentáneos, ni cambio de parecer o de opinión. Es tan consistente como una plomada, tan firme como una roca, y tan inmutable como la eternidad. Él es lo que siempre ha sido y siempre será. Para siempre está en su trono en lo más alto, y para siempre su palabra está fija en los cielos.
Nuestros antepasados anduvieron con Dios, y también podemos hacerlo nosotros. También nuestros hijos. Él es el mismo en toda generación. Sus promesas no pueden fallar, su presencia no puede opacarse, su poder no puede reducirse. Podemos confiar en Él por completo.
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